Hoy nos ha pasado una cosa que quiero compartir con vosotros.
Resulta que hoy mi hijo mayor ha querido salir a pasear con su carrito de muñecos. Hasta ahora no había pedido apenas salir con él, y el carrito se había quedado confinado en nuestra casa. Hoy tenía que hacer un par de recados por nuestro barrio, y era ideal que quisiera llevarlo para que estuviera entretenido (tenía que ir al banco, a la frutería y luego iríamos al parque). Yo iba empujando el carrito de su hermano, y él el carrito de su muñeco ¡genial!. Estábamos realmente ideales 😀
De verdad que no podéis imaginar la cantidad de gente, que nos conoce de nada, que le han dicho que llevar el carrito del muñeco es para niñas, que si él era chico cómo llevaba un carrito con un muñeco o incluso que tenía que dejar de jugar con muñecos en ese mismo instante si no quería que se hiciera gay. ¿Disculpeeeee?.
De verdad que no salgo de mi asombro. No ha sido ni una persona ni dos… han sido exactamente 9 personas en menos de una hora.
Podría conformarme y pensar que esos que nos lo han dicho hoy son abuelos (en nuestro barrio hay mucha gente mayor) y que bueno… tienen otra mentalidad. La cosa se agrava si os digo que varios de los amiguitos que han venido a casa han sido vetados por sus propios padres (treintañeros y criando hijos) a jugar a la cocinita que tenemos en el salón -«Nooo, a las cocinitas no, toma un coche». ¿En serioooo?.
Luego nos asombramos de que los niños dicen frases machistas. Luego nos sorprendemos al ver todo lo que cuesta alcanzar la igualdad en los adultos. Nos parece mentira cuando vemos a niños encarnando actitudes machistas, o nos asombra ver que las niñas adquieren roles que pensábamos superados.
El juego es el reflejo de lo que ellos ven y de lo que van a ser el día de mañana. Si queremos adultos responsables en casa, que traten con igualdad a los demás… deberíamos empezar por el juego de los más pequeños.
En ello estamos.