Llegará un día en el que todo habrá pasado.
Volveré a recuperar mi tiempo libre, y no habrá gritos en casa ni saltos en el sofá. Volveré a dormir por las noches, a recuperar mi cama despejada de muñecos, mi ropa sin manchas, mi pelo perfectamente peinado.
Volveré a tener tiempo para leer, o para no hacer nada. Para ir al gimnasio o salir hasta las tantas.
Dejaré de ir siempre con prisa, yendo y volviendo mil veces, sintiendo una enorme responsabilidad. Volveré a calentar una pizza para cenar siempre que me apetezca, a comer en el sofá si me apetece y a dejar de planear los menús.
Volveré a comer en restaurantes cuyo mayor aliciente sea la comida y no un parque de bolas, y a recuperar viejas amistades olvidadas por la rutina del día a día.
Pasarán los gritos, la responsabilidad implacable, la obligación de dar buen ejemplo siempre.
Pasarán los abrazos interminables, y las guerras de cosquillas, y esas mañanas de remolonear juntos en la cama.
Pasarán las horas de calma y las de tempestad. Pasarán los juegos, los gritos, los saltos y los paseos para buscar tesoros de piratas.
Pasará esa calidez de mi cama, esa mano calentita que me coge el dedo a media noche cuando menos lo esperas.
Pasarán esas miradas que todo lo pueden, esa confianza ciega en mi y en mis superpoderes, esos cura-sana culito de rana, y esos besos mágicos que todo lo arreglan.
Pasarán las tardes de parque y risas. Y las de película y palomitas. Y las de bici y patines.
Pasará la inocencia eterna, las preguntas que esperan una respuesta convincente y las dudas existenciales.
Un día todo habrá pasado. Antes de que me de cuenta seréis adultos. Y espero que todo esto que pasa y que pasará os lleve a volar alto.
Mientras llega ese momento aquí estará vuestra mamá, a vuestro lado disfrutando de cada momento.